La alameda vista en globo
Habéis pensado alguna vez, en lo que debe experimentar un aeronauta, en el instante de desprenderse de la tierra, arrebatado por el globo?
Es una sensación extraña, desagradable: la idea de sentirse
uno aislado en medio del espacio, hace contraer todos los nervios; el rápido
movimiento de los objetos, que se hunden y alejan a la vista, causa mareo: es
un verdadero vértigo. Pero en cambio, ¡cuán imponente, cuan magnifico, cuan
esplendido, es el espectáculo que se presenta ante la vista del viajero, pasado
aquel primer momento! El lenguaje humano carece de expresiones para pintar lo
que el alma siente al contemplar de pronto un horizonte sin límites, al ver
sobre la cabeza un cielo sin nubes, y a sus plantas la tierra, que ostenta sus
galas como en un inmenso panorama de la alameda de la ciudad de México. Un
grito de admiración y de asombro se arranca entonces del pecho!
Una vista de altura
Mirad: desde el punto en que estamos percibís algunas de las
fuentes y varias calles. No es verdad, que la Alameda es un paseo lindísimo, en
el cual se goza de dulce frescura, de grata calma y de silencio apacible, apenas
turbado en las horas calurosas del día, por el melancólico arrullo de la tórtola
amorosa? No es verdad, que muchas veces, cuando vuestro corazón agitado
necesita de la soledad, habéis venido a pasearos por algunas de esas calles
adonde no penetran los rayos del sol, y habéis hallado consuelo?. .
Oh! ¡si fijáis vuestra mirada en este sitio, a la hora en
que el sol comienza a dorar las copas de los árboles, veréis sus calles
cubiertas de hermosas jóvenes, de señoras de todas clases, que en traje matinal
vienen a respirar el aire puro: más tarde, encontrareis el paseo desierto,
silencioso, a propósito para meditar: por la tarde, la escena cambia; los niños
invaden con sus juegos infantiles los prados y jardines; multitud de personas discurren
por las calles, y los coches y briosos corceles atraviesan por el lugar propio
para su paso, levantando nubes de polvo!
Observando la alameda y sus alrededores
A ambos lados de la Alameda, se admiran edificios dignos de
llamar la atención; los unos, por su objeto y su antigüedad; los otros, por su
belleza. Ahí tenéis en el fondo el convento e iglesia de San Diego, la capilla
del Calvario, y en lontananza, los mil jardines y casas de campo del hermoso barrio
de San Cosme. A la derecha están, la iglesia de San Hipólito, célebre por la procesión
del pendón real; la casa que fue hospital, servido por las Hermanas de la
Caridad, y que actualmente es casa de dementes; hermoso y extenso edificio que
merece llamar la atención de los inteligentes, y en el cual se encierran hoy 93
infelices privados del uso de la razón. Más adelante se levantan la cúpula y la
torre de San Fernando, asilo de religiosos misioneros, el más respetable de
todo México. En las calles de la izquierda, llama las miradas el convento de señoras
religiosas de Corpus-Cristi.
Siguiendo hacia arriba, después de una serie de casas
bastante hermosas, encontramos un edificio, el penúltimo de los de la calle,
notable tanto por su majestuosa amplitud y hermosura, como por el objeto a que está
destinado: es el Hospicio de Pobres, que fue fundado por el chantre Dr. D. Fernando
Ortiz Cortes, y abierto el 19 de Marzo de 1774, para servir de asilo a los huérfanos
y menesterosos de ambos secos. El edificio, como hemos dicho, es suntuoso, y
fue edificado a todo costo. En estos últimos años ha sido cortado para formar una
de las calles nuevas que sirven para prolongar, las de Rebeldes, Nuevo-México,
Alconedo, hasta el paseo de Bucareli.
Alameda Central de la Ciudad de México (cdmx.gob.mx)
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